miércoles, 28 de septiembre de 2016

¿Es negocio el coleccionismo de sellos?

En innumerables ocasiones  nos hemos planteado esta pregunta, cuya respuesta no  está claramente  definida, porque se trata de una actividad muy personalizada y cuyo objetivo obedece a características individuales.

Es indudable que, como todo objeto transable, cuenta con comerciantes muy conocedores del tema y que obtienen legítimas ganancias al vender o comprar sellos, y que proporcionan estos elementos, basados en leyes de mercado y en catálogos especializados. Para el filatelista constituyen un valioso apoyo para incrementar día a día sus colecciones que tanto placer provocan.

Sin embargo es conveniente aclarar algunos puntos que conciernen al filatelista puro, que no busca lucrar, sino su propia satisfacción personal, porque  está consciente que cuando llegue aquel día   en que  no pueda disfrutar de su colección, es muy difícil obtener el verdadero valor que compense sus desvelos y preocupaciones mantenidos pacientemente y en forma constante  a lo largo de los años.

Es necesario destacar  que  es posible que aquellos que han logrado acumular  grandes valores en sellos escasos, sobres, u otras piezas filatélicas exclusivas, puedan recuperar su costo e incluso obtener ganancias, pero considero que no es lo habitual, y que no corresponde al filatelista común y corriente.

El coleccionismo en general es una actividad propia e inherente al ser humano y que se inicia en su más tierna infancia, y no siempre otorga recompensas en el largo plazo, más bien origina gastos y compromisos  que se  deben cumplir en el afán de obtener satisfacción en el momento presente.



Existen innumerables ejemplos, que se han explotado comercialmente, con mercadeo y otras técnicas, que prácticamente llevan al coleccionismo de diferentes elementos tales como tapas de botellas, botellas, cajetillas de cigarros, piedras, conchas, monedas, ceniceros, fósforos, boletos de carros, tarjetas telefónicas, fotos, estampas de deportistas, piedras y otros.

En fin hay demasiadas especies susceptibles de ser coleccionadas, que nos llevan a iniciar y mantener el pasatiempo que elijamos, aún cuando  nos induzcan a interesarnos  mediante propaganda comercial dirigida al consumo, con objetivos claros y precisos, o por iniciativa personal libre y voluntaria.

Por otra parte es indudable que existen colecciones al alcance solamente de algunos económicamente privilegiados  , que pueden realizar cuantiosas inversiones para obtener   libros de primeras emisiones, obras de arte, postales  , autos antiguos, porcelanas finas, caballos de carrera, joyas,  antigüedades…

Pero el disfrute de cada colección por modesta que esta sea, es un incentivo permanente, que otorga satisfacciones personales a quien lo mantenga y persevere en el tiempo.

Mirado bajos estos conceptos, la Filatelia, o coleccionismo de sellos, tiene algunas ventajas comparativas:

·       Existen  Sociedades Filatélicas organizadas, en donde se incentivan los intercambios sean programados o espontáneos.
·       Hay Catálogos especializados y documentación actualizada.
·       El Mercado dispone de todo tipo de elementos complementarios para facilitar este pasatiempo.
·       Es posible participar y exponer, sometiendo nuestros logros a la crítica constructiva de los colegas y amigos tanto nacional como internacionalmente.



·       Sin embargo, a mi juicio, lo más  importante, es  que nos permite alternar y compartir  con otras personas e integrarse a este selecto mundo, en donde no debe reinar la desconfianza, en donde todos somos iguales y en donde cada cual participa, sin exclusiones ni menoscabo aún cuando su colección sea modesta, porque debe imperar la tolerancia y fraternidad entre sus miembros.

Por tratarse de grupos humanos, no siempre se dan estas condiciones ideales, pero podemos soñar que algún día logremos todos sentirnos que somos considerados  en un mismo nivel en sentimientos, aunque nuestras  colecciones difieran largamente en cuanto a calidad y valor comercial.

Lo que verdaderamente importa es el espíritu, la perseverancia, el estudio, el conocimiento y la convivencia entre los filatelistas.

Es importante incentivar este pasatiempo, aconsejar a los novatos y destacar sus logros, de modo que se sientan felices y realizados, aún cuando sus colecciones sean de bajo valor comercial.

Los comerciantes en el rubro, en general están lo suficientemente comprometidos con sus clientes, tienen conocimientos amplios sobre la materia, ofrecen y buscan aquellos sellos que necesitan, como una forma de incentivarlos, al mismo tiempo que hacen su negocio, en forma responsable y honesta, evitando comercializar sellos que a sabiendas podrían adolecer de fallas  o ser  fraudulentos.

Para el coleccionista no tiene mucho sentido, por ejemplo, adquirir una colección completa de algún tema o país, porque pierde el interés o incentivo personal. Es como hacer un viaje llegando rápidamente a la meta  sin conocer y disfrutar el camino.




Cada pieza coleccionada pacientemente tiene una historia diferente, en cuanto a su origen, circunstancia propia o al esfuerzo desplegado para conseguirla, por lo cual  su valor personalizado es inherente a la pieza y al coleccionista y no necesariamente corresponde al valor que fríamente marcan los catálogos.

Los catálogos uniforman, generalizan  y  solamente dan valores  referenciales, para permitir  regular el intercambio de forma más o menos comparable, pero lo importante es la satisfacción de ambas partes.

También es cierto que algunas veces nos sentimos frustrados  al constatar que existen piezas filatélicas fuera de nuestro alcance. Simplemente debemos asimilar esta realidad, porque también  tenemos otras prioridades  que no debemos comprometer, en aras de incrementar nuestra colección.

Esto es parte de las limitaciones de la vida misma, y no debemos olvidarnos que esta actividad constituye un pasatiempo personal, no un vicio, por lo cual  nuestro egoísmo debe ser controlado racionalmente.

Tratando de responder la interrogante planteada, podemos concluir que  Filatelia no es un negocio en sí, sino más bien una actividad voluntaria que busca la satisfacción de necesidades espirituales, a  través del de conocimiento y cultura y su fin último es integrar a las individualidades en un gran plan que permita perfeccionar a las personas, sin distingo alguno, tratando de eliminar los prejuicios que las diferencian por historia, religión, política, estrato social o económico, sin  pensar solo en el lucro.


 Eugenio Morales Torrealba