sábado, 2 de julio de 2016

El sello de Dos Reales naranja


Cada país tiene un sello emblemático que polariza los sueños y ambiciones de todos los coleccionistas. A menudo no se trata de errores o variedades singulares o excepcionales, sino de sellos tipo que por una combinación de circunstancias se han convertido en joyas apetecibles de la filatelia. En España, ese sello sin parangón tiene ya más de siglo y medio de existencia. Se trata del dos reales rojo anaranjado de la segunda emisión española, aparecida en 1851 con la efigie de Isabel II.
Múltiples imponderables coinciden en avalar la rareza de este sello. En los primeros decenios del sello español, el diseño de los timbres se renovaba cada año para evitar falsificaciones, a las que era muy sensible la Administración. Pero, en 1851, además de remozar la efigie de doña Isabel II del año precedentes, se aprobó un nuevo valor de dos reales, que no figuraba entre los sellos puestos a la venta un año antes. Era consecuencia del convenio postal suscrito con Portugal en 1850 y lo hacía necesario para cubrir la tarifa mínima de correo certificado destinado al país hermano. Por tanto, el 1 de enero de 1851, veían la luz los seis valores de ese año, entre los que figuraba el dos reales rojo anaranjado.
Como ocurriera con los sellos del mismo facial puestos en circulación en los dos años siguientes, los sellos de dos reales tuvieron en la práctica poco uso, ya que el franqueo de los certificados al exterior, salvo Portugal, quedaba plenamente cubierto con los sellos de seis reales y con Portugal había muy escasa correspondencia, y menos aún certificada, pues la relaciones comerciales, políticas y familiares eran mucho menores que con Francia. La tarifa de dos reales cubría los envíos con un peso de 4 adarmes, equivalentes a unos 7 gramos, bien poco para un pliego certificado, en el que generalmente viajaban documentos más voluminosos.
La tirada de este sellos, 13.600 ejemplares en total, también fue reducida. De hecho se vendieron al público únicamente 3.394. Como algunos quedaron sin utilizar, cabe pensar que fueron algo más de tres mil los consumidos, cifra bajísima pues equivaldría a tres o cuatro sellos de este valor por cada diez mil vendidos en España en dicho año de 1851.
(Por Antonio Jiménez)

 Saludos
Patricio Canessa