Cada país tiene un sello emblemático que polariza los sueños
y ambiciones de todos los coleccionistas. A menudo no se trata de errores o
variedades singulares o excepcionales, sino de sellos tipo que por una
combinación de circunstancias se han convertido en joyas apetecibles de la
filatelia. En España, ese sello sin parangón tiene ya más de siglo y medio de
existencia. Se trata del dos reales rojo anaranjado de la segunda emisión
española, aparecida en 1851 con la efigie de Isabel II.
Múltiples imponderables coinciden en avalar la rareza de este
sello. En los primeros decenios del sello español, el diseño de los timbres se
renovaba cada año para evitar falsificaciones, a las que era muy sensible la
Administración. Pero, en 1851, además de remozar la efigie de doña Isabel II
del año precedentes, se aprobó un nuevo valor de dos reales, que no figuraba
entre los sellos puestos a la venta un año antes. Era consecuencia del convenio
postal suscrito con Portugal en 1850 y lo hacía necesario para cubrir la tarifa
mínima de correo certificado destinado al país hermano. Por tanto, el 1 de
enero de 1851, veían la luz los seis valores de ese año, entre los que figuraba
el dos reales rojo anaranjado.
Como ocurriera con los sellos del mismo facial puestos en
circulación en los dos años siguientes, los sellos de dos reales tuvieron en la
práctica poco uso, ya que el franqueo de los certificados al exterior, salvo
Portugal, quedaba plenamente cubierto con los sellos de seis reales y con
Portugal había muy escasa correspondencia, y menos aún certificada, pues la
relaciones comerciales, políticas y familiares eran mucho menores que con
Francia. La tarifa de dos reales cubría los envíos con un peso de 4 adarmes,
equivalentes a unos 7 gramos, bien poco para un pliego certificado, en el que
generalmente viajaban documentos más voluminosos.
La tirada de este sellos, 13.600 ejemplares en total, también
fue reducida. De hecho se vendieron al público únicamente 3.394. Como algunos
quedaron sin utilizar, cabe pensar que fueron algo más de tres mil los
consumidos, cifra bajísima pues equivaldría a tres o cuatro sellos de este
valor por cada diez mil vendidos en España en dicho año de 1851.
(Por Antonio Jiménez)
Saludos
Patricio Canessa