Hoy publicaré una historia diferente. No tiene relación con la filatelia, pasión que nos une pero he pensado que hoy sería bueno conocerla, aunque seguro muchos la conocen.
filatelialdia les desea una linda navidad y puedan compartir el cariño y amistad con quienes estén en esta fecha tan especial.
Un abrazo
Patricio Canessa
Un abrazo
Patricio Canessa
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"Como sabrás, hoy 24 es la fecha
de mi cumpleaños. Todos los años se hace una gran fiesta en mi honor y creo que
este año sucederá lo mismo.
En estos días, la gente hace muchas compras, hay anuncios en la radio, en la televisión, y en todas partes no se habla de otra cosa, sino de lo poco que falta para que llegue ese día.
La verdad: es agradable saber que, al menos un día del año, algunas personas piensan un poco en mí.
Como tú sabes, hace muchos años empezaron a festejar mi cumpleaños. Al principio, no parecían comprender y agradecer lo mucho que hice por ellos, pero hoy en día, pocos saben para qué lo celebran. La gente se reúne y se divierte mucho, pero no sabe de qué se trata.
Recuerdo que el año pasado, al llegar el día de mi cumpleaños, hicieron una gran fiesta en mi honor. Había cosas muy deliciosas en la mesa, todo estaba decorado y recuerdo también que había muchos regalos, ¿pero sabes una cosa? A mí ni siquiera me invitaron....
Yo era el invitado de honor y ni siquiera se acordaron de invitarme.
La fiesta era para mí y cuando llegó el gran día me dejaron afuera, me cerraron la puerta...y yo quería compartir la mesa con ellos.
La verdad, no me sorprendió, porque en los últimos años todos me cierran la puerta.
Como no me invitaron, se me ocurrió entrar sin hacer ruido y me quedé en el rincón. Estaban todos bebiendo, había algunos ebrios contando chistes, carcajeándose, lo estaban pasando en grande. Para colmo, llegó un viejo gordo vestido de rojo, de barba blanca y gritando jo-jo-jo-jo. Parecía que había bebido de más; se dejó caer pesadamente en un sillón y todos los niños corrieron hacia él, diciendo: "¡Santa Claus, Santa Claus..!" ¡Como si la fiesta fuese en su honor!
Llegaron las doce de la noche y todos comenzaron a abrazarse. Yo extendí mis brazos esperando que alguien me abrazara y ¿sabes? nadie me abrazó... De repente, todos empezaron a repartirse los regalos. Uno a uno los fueron abriendo, hasta que todos se abrieron. Me acerqué para ver si de casualidad había alguno para mí.
¿Qué sentirías si el día de tu cumpleaños se hicieran regalos unos a otros y a ti no te regalaran nada?
Comprendí entonces que yo sobraba en esa fiesta. Salí sin hacer ruido, cerré la puerta y me retiré.
Cada año que pasa es peor, la gente sólo se acuerda de la cena, de los regalos y de las fiestas, y de mí nadie se acuerda.
Hasta pronto... tu amigo: Jesús
En estos días, la gente hace muchas compras, hay anuncios en la radio, en la televisión, y en todas partes no se habla de otra cosa, sino de lo poco que falta para que llegue ese día.
La verdad: es agradable saber que, al menos un día del año, algunas personas piensan un poco en mí.
Como tú sabes, hace muchos años empezaron a festejar mi cumpleaños. Al principio, no parecían comprender y agradecer lo mucho que hice por ellos, pero hoy en día, pocos saben para qué lo celebran. La gente se reúne y se divierte mucho, pero no sabe de qué se trata.
Recuerdo que el año pasado, al llegar el día de mi cumpleaños, hicieron una gran fiesta en mi honor. Había cosas muy deliciosas en la mesa, todo estaba decorado y recuerdo también que había muchos regalos, ¿pero sabes una cosa? A mí ni siquiera me invitaron....
Yo era el invitado de honor y ni siquiera se acordaron de invitarme.
La fiesta era para mí y cuando llegó el gran día me dejaron afuera, me cerraron la puerta...y yo quería compartir la mesa con ellos.
La verdad, no me sorprendió, porque en los últimos años todos me cierran la puerta.
Como no me invitaron, se me ocurrió entrar sin hacer ruido y me quedé en el rincón. Estaban todos bebiendo, había algunos ebrios contando chistes, carcajeándose, lo estaban pasando en grande. Para colmo, llegó un viejo gordo vestido de rojo, de barba blanca y gritando jo-jo-jo-jo. Parecía que había bebido de más; se dejó caer pesadamente en un sillón y todos los niños corrieron hacia él, diciendo: "¡Santa Claus, Santa Claus..!" ¡Como si la fiesta fuese en su honor!
Llegaron las doce de la noche y todos comenzaron a abrazarse. Yo extendí mis brazos esperando que alguien me abrazara y ¿sabes? nadie me abrazó... De repente, todos empezaron a repartirse los regalos. Uno a uno los fueron abriendo, hasta que todos se abrieron. Me acerqué para ver si de casualidad había alguno para mí.
¿Qué sentirías si el día de tu cumpleaños se hicieran regalos unos a otros y a ti no te regalaran nada?
Comprendí entonces que yo sobraba en esa fiesta. Salí sin hacer ruido, cerré la puerta y me retiré.
Cada año que pasa es peor, la gente sólo se acuerda de la cena, de los regalos y de las fiestas, y de mí nadie se acuerda.
Hasta pronto... tu amigo: Jesús